En la ruta que conecta Talca con San Clemente, las micros que deberían pasar cada cierto tiempo brillan por su ausencia. A veces uno puede estar esperando más de una hora bajo el sol o la lluvia, sin ninguna certeza de cuándo llegará el próximo transporte. Para quienes trabajan o estudian en Talca, esto significa llegar siempre tarde o tener que gastar dinero extra en colectivos.

El problema no es nuevo, pero cada vez se siente más pesado. Muchos vecinos dependen de este recorrido para llevar a los niños al colegio o para atenderse en el hospital, y la irregularidad del transporte hace que la vida diaria sea un desafío constante.